Google anuncia el próximo lanzamiento de su último periférico: Google Glass. Las gafas de Google. El diseño es la caña, son resistentes y ligeras según el fabricante, y sirven para hacernos la vida mucho más intensa y social, a la par que nos da un toque fisonómico molón muy “new wave”.

Las gafas de Google reaccionan a base de comandos de voz y realizan una serie de tareas (aún no demasiadas, pero todo llegará) tales como: sacar fotos y vídeos, acceder al buscador, establecer videoconferencias, etc. todo ello en un entorno de realidad aumentada y proyectado a unos centímetros de nuestra retina. Así contado y sobre todo viendo el vídeo promocional de Google la cosa pinta muy bien. De hecho, es difícil imaginar un futuro a medio o largo plazo sin unas Google Glasses sobre cada nariz, tal y como ahora mismo hay un Smartphone en cada bolsillo.

El hecho diferencial en este caso es la aplastante subjetividad del invento. El campo de visión del portador se convierte tanto en escenario de lo recibido como en contenido de lo que se emite, y ahí residen todos los pros, y los contras.

La pregunta es: ¿Hasta qué punto puede condicionar nuestra vida el hecho de llevar unas Google Glass?

Los pros

De buenas a primeras no dejan de ofrecer los mismos servicios que nuestro Smartphone, pero mira, con las manitas sueltas para seguir a lo nuestro y sin desviar la mirada del asunto que nos ocupa. Bien para los conductores que ya no tendrán que hacer malabarismos para contestar un mensaje con un ojo en la N-1 y el otro en la agenda del teléfono. (Omito los ejemplos que muestra el video promocional, porque eso implicaría bailar ballet en el Bolshoi, practicar un mortal hacia atrás en una pista de hielo, o tener una pitón albina en casa)

Perfecto también para todo aquel que necesite una información gráfica al instante y directa al hipotálamo. Nada de botones, nada de menús, nada de comandos. Quiero saber en cambio de euros a yenes y lo quiero ya. Quiero conocer el índice de cotización de bolsa Madrid y para luego es tarde. Mi niño acaba de decir ajo y no puedo perder el tiempo con encuadres. Me he perdido en el Aneto y necesito acceder a un mapa de la zona sin soltar mis bastones… Bien, bien, todo fantástico. Las Google Glasses cumplen lo que prometen y ciertamente en la usabilidad está su fuerte. A golpe de «OK Glasses + petición» vamos tomando un registro de todo aquello que merece la pena, sin perdernos una coma.

Imaginad también el potencial en el mundo del marketing. El anuncio en cuestión ocupando parte del campo visual de un cliente potencial. Casi subliminal. Fije la vista en él o quede en la periferia visual, casi da la sensación de que el anunció se cuela en esa parte jugosona del cerebro donde se archivan todos los anuncios para aflorar después en el supermercado, concesionario o inmobiliaria de turno. ¿Marketing online? Marketing on brain.

Los contras

Que el cerebro humano y nuestra capacidad de improvisación están menguando ya es un hecho científicamente probado. Delegamos en la tecnología ya no diseños de megaestructuras, sino simples operaciones matemáticas. Los  más apocalípticos pasada ya la farsa maya, empiezan a teorizar sobre la supremacía de la inteligencia artificial a costa de la natural y ponen la voz en grito cuando se trata de hacernos ver hasta qué punto cada día nos movemos menos, nos relacionamos menos, y vivimos en una realidad embotada. Las Google Glass les van a dar más de un argumento al que hincar el diente.

Porque lo que ofrecen estas gafas es simplificar la vida al máximo. Si hace unos años queríamos saber el cambio de yen a euro, no nos quedaba otra que tirar de células grises y multiplicar o dividir de cabeza.

Si nuestro niño estaba haciendo cucamonas tal vez estábamos más pendientes de disfrutarlas en el momento, que de hacérselas repetir una docena de veces para enviar el video a la tia Amparito.

¿No reside el valor de una excursión por el monte en la posibilidad de perderse, o de un viaje por carretera el dar vueltas por caminuchos comarcales antes de dar con una autopista?

Milan Kundera dijo que quien pierde su intimidad, lo pierde todo: ¿Os habéis preguntado lo que implica llevar una cámara que puede aportar  a una tercera persona información instantánea de donde, como o con quien estamos? Los que hayáis visto la primera temporada de Black Mirror  reconoceréis en las Google Glass la paranoia de la pareja desquiciada que reproducía lo que había estado mirando  su media naranja la noche anterior, el mes anterior o el año anterior. Alguien podrá decir: “Bueno, te puedes poner las gafas o no”, pero algún día se llegará al “No te has puesto las gafas, algo querrás ocultar”

¿Hablarías de algo confidencial con alguien que tuviera las G.G puestas? Esa conversación no solo podría estar siendo grabada, sino emitida en tiempo real a una tercera persona. O ya puestos, ¿disfrutaríais de una jornada playera relajada con un señor/señora al lado, gafas en ristre escaneando bodies a diestro y siniestro? Lo mismo puede estar buscando una casa de agroturismo en Valsequillo, que puede estar tomando fotos de vuestras nalgas prietas  forjadas en largas sesiones de spinning.

Y tal como hemos catalogado como “pro” el uso de la publicidad, ¿no podría darse también un uso manipulativo de la misma? Un bombardeo de mensajes, consignas comerciales, a todas horas quemando pupila. ¿Acabarán las grandes corporaciones sabiendo hacia donde, qué o quién se dirige vuestra mirada para atinar al 100% en su próxima batería de nuncios? Tal vez las gafas se conviertan en una herramienta de control, al fin y al cabo

Son algunas de las ventajas e inconvenientes que sugieren las gafas interactivas. Como cualquier novedad en este mundillo, suscitan tanto entusiasmo como recelo e invitan a sacar muchas conclusiones y a hacerse muchas preguntas. Seguro que vosotros tenéis las vuestras para engordar la lista, no os cortéis y hacédnoslas saber. De momento, veremos la parte cool del asunto tal y como nos la muestra el propio Google.

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Publicado por Overalia